“Nadie quiere tener dolor. Nada más sentirlo, ya estás pensando en librarte de él. Es compresible, ya que el dolor es desagradable. Pero precisamente el hecho de que sea desagradable es lo que hace que el dolor sea algo tan efectivo y tan esencial en la vida. El dolor te protege, te avisa de que estás en peligro, frecuentemente ANTES de que te lesiones o de que lo hagas gravemente”.
Así empieza un libro maravilloso titulado “Explicando el dolor”, escrito por David S. Butler y Lorimer Moseley, dos de los neurocientíficos más destacados a nivel mundial que se han preocupado del estudio del dolor.
Como vemos en la imagen, las señales de dolor son detectadas por unos receptores de nuestro sistema nervioso periférico que las enviarán a nuestro sistema nervioso central y las interpretará como algo más o menos doloroso en función de nuestro estado de ánimo, nuestras experiencias previas, nuestro foco de atención, etc.
Y… ¿Sabes cuál es un analgésico natural? Pues sí, el ejercicio físico.
Piénsalo, si una cebra se quedara paralizada ante el dolor producido por el ataque de un león… ¡No podría sobrevivir! El mecanismo analgésico del dolor tiene un origen evolutivo, minimizando la sensación de dolor con el esfuerzo físico para facilitar la supervivencia 🤓
Por eso, realmente me cuesta comprender cómo en la “escalera analgésica” que propone la Organización Mundial de la Salud, no aparezca el ejercicio físico en ninguno de los escalones…
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